
Y pasa que llegó el carnaval
y el viejo invidente, con el joven,
el joven que es tan viejo y encegado,
se toman de la mano y se sonríen
(la risa y la sonrisa y su energía;
y esos ojos de AlbA tan brillantes...)
y la vida da un paso hasta adentro
del viaje encerrado en el vagón;
el niño que es un príncipe real
se ríe y se descubre como niño,
se troncha y desternilla y se deshace
en mariposas leves renaciendo
(y AlbA que lo mira, y reconoce,
su risa y su sonrisa y su energía;
y esos ojos de AlbA tan brillantes...)
que le hacen cosquillas sin descanso
y llora felizmente este desliz;
y AlbA se decide, y toma el mando
(tantos años de voces de mujeres
albaceas de vidas y esperanzas...);
y AlbA, decidida, da ese paso
(Alicia y Ofelia, también Luna,
y Elsa, también Elsa, que han dado a luz...)
diciendo mudamente tantas cosas,
aquello que se dice, y también
aquello que se deja por decir...
El viejo invidente y sin temor,
la mira y la admira quedamente
(y AlbA que ahora sabe, que ya llegan,
su risa y su sonrisa y su energía;
y sus ojos brillando, decidiendo...)
El príncipe se rinde y comprende
que debe confiarse a su man_ejo
para sobrevivirse hasta su muerte...
(...Fin del pentagrama...)
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