lunes, 18 de mayo de 2009

Las más sutiles tristezas hechas trizas

DEFENSA DE LA ALEGRÍA
Mario Benedetti


Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardíacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como un certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.




1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces la vida se parece a una guerra. A veces la paz tan defendida, es la de los cementerios, el tedio de rutinas. Aun en el desasosiego de la lucha es posible cavar y arrinconarnos, atrincherarnos y resistir blandiendo una alegría.

A la alegría se llega como a un encuentro azaroso y presentido. Cuando nos toma por sorpresa parece que fuera parte de nuestra naturaleza, que responde a la lógica de la existencia: que ella está y sólo se trata de reconocerla y hacerla nuestra. Y no es cierto.
La alegría se construye, se defiende y se reclama, se destruye, se desarma, se roba y se mata; se reconquista, se transmite y se comparte.

Diana L. Braceras