Foto: Àngel S. Martínez
XXII
En ondas en su voz
en espiral
persigue la
sirena el pescador
y en su mano un
cristal o una estrella
o un resto de la
sal de la sirena.
¿Depósitos salinos de la mar?
¿La precipitación de las estrellas?
¿La cristalización de los fragmentos
formándose en fugaz figuración?
formándose en fugaz figuración?
¿Pedazos de cristal desconocido
o los cristales cúbicos de halita?
¿Cristal suelto, cristal amalgamado
o un súbito cristal inusitado?
Y el halo de las luces de la sal
de prismas de fractales de la halita
se abre y así crece y decrece
y crece y decrece en abanico.
Y en su mano el
cristal el pescador,
el cristal que ha
crecido en caracola,
el cristal que ha
crecido en abanico
de color, de
colores de arco iris.
Y en su mano el
cristal el pescador,
sus manos, sus
oídos y sus ojos
pendientes de la
voz de la sirena,
la voz que va oscilando
como un eco,
un eco repetido
intermitente,
un eco continuado
que se aleja,
un eco que está dentro
y está fuera
hacia adentro hacia afuera,
hacia afuera hacia adentro,
un eco que en las
olas va batiendo
hacia adentro hacia afuera,
hacia afuera hacia adentro,
un ritmo remanente de las olas,
en ondas que han traído hasta aquí
su presencia, que en cambio está ausente,
la ausencia y la presencia y la sirena,
la sirena de sal que
ahora se marcha,
se va, se va en su
voz, se va, se va,
se marcha la sirena de la sal:
se marcha la sirena de la sal:
lisi nol, nul nul
se,
liri son, nul nul
se,
lili sol, nul nul
se,
lisi nol,
liri son,
lili sol,
si nul mar…
Y en su mano el
cristal el pescador,
un simple pescador mirando
el mar…
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