Juan Marichal, en marzo de 1996.
Foto de CRISTÓBAL MANUEL
El País, 10/08/2010
Un liberal que sabía escuchar
SANTOS JULIÁ
Así se definió Juan Marichal y no hay quizá mejor elogio de su larga vida: la de un intelectual que, transterrado en los años de su juventud, supo escuchar las voces que le llegaban desde la lejanía del tiempo y de la distancia con el consciente propósito de poner en valor una tradición de pensamiento y de acción brutalmente quebrada por la dictadura. Se rebeló, desde su exilio, contra el designio de Franco de borrar de nuestra historia el siglo XIX por liberal y el XVIII por ilustrado y fue recomponiendo la tradición liberal española a base de piezas breves, primorosamente esculpidas, como quien restaura un mosaico destruido tras un incendio. Esta manera de plantarse sitúa a Juan Marichal en la primera fila de los ensayistas hispanos.
Ensayos, mosaico, pero no obra fragmentaria, pues esas breves piezas van encajando unas en otras hasta adquirir plenitud de sentido en su proyecto de reconstrucción ideal de una larga y fecunda tradición. A través de sus ensayos, Marichal descubre las raíces y da cuenta de las diversas ramificaciones del liberalismo español, situándolo en una perspectiva europea. De ahí procede su revisión del siglo XVIII como plenamente español, su indagación en el origen de la palabra liberal y de su cambio semántico en el Cádiz de las Cortes, cuando liberalismo se identifica con desprendimiento, con imperativo de generosidad, o su evocación de las nubes de melancolía que cubrían la frente de Larra el día de difuntos de 1836.
De 1836 a 1936, la recuperación liberal que atribuye al Unamuno de principios del siglo XX o el programa de europeización que encuentra en Ortega rodaron por los suelos como resultado de la rebelión militar y de una guerra civil que ya no puede concebirse como una peculiaridad española, sino -y así lo escuchó a un campesino- como una "lucha por la libertad del mundo".
En la guerra, Juan Negrín, el político, de quien destaca su capacidad de resistencia y, sobre todo, Manuel Azaña: editor de sus Obras Completas, nadie ha visto como Marichal cumplirse en el presidente de la República el drama del liberalismo español, el de unos hombres que "entran en la acción política para afirmar los principios de la conciencia individual y que al participar en las luchas políticas ven todos los riesgos que para su propia conciencia individual comporta esa defensa, esa afirmación de la primacía de la conciencia".
La guerra, con la tragedia y derrota, podría haber significado, para una mirada dogmática o rencorosa, el punto final a las indagaciones sobre la tradición liberal. Pero en Marichal no había solo madera del historiador, sino que, precisamente por su arraigado liberalismo, su interés por el pasado le sirve de equipaje para abrir sus oídos a las voces del presente.
Por eso, desde la universidad de Harvard, dedicó también su reflexión a El nuevo pensamiento político español, unos ensayos en los que percibió la voluntad de convivencia intelectual en los falangistas de Escorial, como Pedro Laín Entralgo y Dionisio Ridruejo; el neotacitismo y el afán reformista de Enrique Tierno Galván; la equivalencia entre orden cristiano y democracia efectiva de Giménez Fernández; o la preocupación por las Españas en el historicismo pactista de Jaume Vicens Vives. Y así desde el exilio, Marichal contribuyó a tender puentes con el interior entrando en fecundo diálogo con disidentes de la dictadura, sin importarle que algunos, en otro tiempo, formaran en la coalición vencedora.
Esta capacidad para escuchar voces que llegaban del interior y hasta del campo contrario, de los "otros", es lo que nos da la talla de Marichal: no solo que haya rastreado las raíces españolas del liberalismo, que haya rescatado personajes y páginas de esa tradición; no solo que haya entendido en su trágica circunstancia a políticos controvertidos, sino que después del incendio supo percibir bajo las cenizas rescoldos que animarían un futuro menos sombrío.
Republicano y liberal, en su Nueva apelación a la República Juan Marichal mostró su esperanza en aquellos españoles "que saben olvidar todos los errores y todos los horrores, los ajenos y los propios, miran hacia el futuro y hacia sus prójimos con auténtica voluntad de convivencia, con verdadero espíritu de diálogo". Y este es, en definitiva, el legado de alguien que pudo decir de sí mismo: soy un liberal que sabe escuchar.
Santos Juliá es historiador, especialista en la obra de Manuel Azaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario